En la segunda parte de mi trabajo sobre los desastres del siglo XX, he recogido algunos de los más importantes ocurridos en la segunda mitad del mismo.
Muchos de ellos me han llamado la atención pues, por mi edad los desconocía. Desastres como estos o parecidos seguirán ocurriendo, unos porque los producidos por las fuerzas de la naturaleza son inevitables y otros porque el hombre, muchas veces movido por intereses económicos, seguirá anteponiendo estos a la seguridad de las personas.
En muchos de los sucesos que aparecen en este trabajo, las medidas que podían haberlos evitado o hacer que sus consecuencias no fueran tan graves, se tomaron después de que ocurrieran. Y seguro que así seguirá ocurriendo. Un ejemplo de ello, ya en el presente siglo, fue el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 o el del 11 de marzo de 2004 contra cuatro trenes en Madrid. Tuvieron que pasar para que las medidas de seguridad en los medios de transporte se hicieran mucho más duras.
Creemos que vivimos en un mundo seguro y que nunca nos va a pasar nada malo, pero desastres como los que aparecen en mi trabajo demuestran que eso no es verdad.
Lo único bueno de las tragedias, es que nos enseñan que no somos tan fuertes como creemos y que debemos tomar medidas para que, por lo menos otras iguales no vuelvan a ocurrir o, si lo hacen, sus consecuencias sean menores.
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