sábado, 10 de marzo de 2012

Caída del LZ 129 Hindenburg (1937)


El dirigible alemán LZ 129 Hindenburg y su gemelo el LZ 130 Graf Zeppelin II fueron las aeronaves más grandes jamá construidas.
 En un primer momento, se pretendió llenar el Hindenburg con helio, pero un embargo del ejército de Estado Unidos sobre este elemento obligóa los alemanes a cambiar el diseño para pasar a usar hidrógeno, altamente inflamable.
El Hindenburg con 245 m. de largo y 41 m. de diámetro, medía más que tres Boeing 747 juntos. Tenía capacidad para 72 pasajeros, y una tripulación de 61 personas. Fabricado por Luftschiffbau Zepppelin en 1935 hizo su primer vuelo el 4 de marzo de 1936.
 En su primer año voló 308323 kilómetros, transportando 2798 pasajeros y 160 t. de carga y correo. Cruzó 17 veces el Océano Atlántico, 10 a EE.UU., y las siete restantes a Brasil.
 Tan grande era su éxito, que el régimen nazi se apropió de la imagen del Hindenburg como una muestra de la grandeza del poderío alemán. El 1 de agosto, durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Berlín, el dirigible sobrevoló el estadio olímpico momentos antes de la aparición de Adolf Hitler.
 El 6 de mayo de 1937, tras haber cruzado el Atlántico, el Hindenburg  se acercó a la Estación Aeronaval de Lakehurst (Nueva Jersey), después de esperar varias horas a que el tiempo tormentoso le permitiera las maniobras de atraque.
 A las 19:25, mientras la nave ya había largado los amarres, se observaron a popa chispas extensas de electricidad estática (había una tormenta eléctrica y el aire estaba cargado eléctricamente).  Repentinamente, se prendió fuego en la parte superior de la popa, extendiéndose casi instantáneamente por todo el dirigible mientras la estructura caía lentamente sobre los pasajeros que saltaban desde una altura de 15 m. y marinos que ayudaban en las maniobras. Quedó destruido por completo en menos de 40 segundos y su esqueleto permaneció largo tiempo en el suelo hasta que fue vendido como chatarra. De las 97 personas que había a bordo, 35 murieron.  
 Tras el desastre, Adolf Hitler ordenó terminar con la flota de dirigibles comerciales. Además, las múltiples imágenes del siniestro dieron la vuelta al mundo, acabando con la cofianza que se tenía en  este transporte.

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